Carta a un Taburete Vacio
Querida L.,
Nostalgia de tenerte a mi lado, sentada en un parco taburete. Con tu pelo largo y tu piel de aceituna, desapareciendo los fines de semana para ver a tu novio. Y yo a tu lado, siempre a tu lado, dia tras dia. En esos taburetes amarillos sobre los que me sentaba para contemplarte, para dejar pasar las horas eternas, sin prestar atención a tal o cual profesor. Matemáticas o literatura.
Hasta que llegó el día que todo se acabó, después de dos años, en que tu seguiste tu camino a una vida repleta de animales en otra provincia, mientras yo me quedaba aquí, sin tener muy claro lo que tenía que hacer o lo que tenía que sentir.
Algún tiempo después nos volvimos a ver, en una fiesta. Fui tan feliz, tu mejor amiga me preguntaba si estaba enamorado de ti y por primera vez me di cuenta que era cierto, que todo lo que me pasaba, toda esa ausencia, tu falta en el asiento de al lado en la facultad. Mi tendencia a sentarme siempre solo.
Pero no había nada que hacer, tu seguías con tu novio. Siempre odiado, nunca conocido.
Durante algún tiempo intercambiamos cartas, impresas a mano... seguía siendo tu confidente y el primer testigo cuando rompiste con tu pareja. Solo para saber que te ibas con otro, que habías conocido a alguien que había tenido el valor para hacer lo que yo nunca me atreví, decirte una sola vez, lo bonita que eras.
Todo se fue desvaneciendo poco a poco... nada de cartas, nada de llamadas, ni una palabra.
Aún ahora, de vez en cuando, siento nostalgia de aquel taburete.
Tu sueño era trabajar en un zoológico en San Diego, espero que estes allí, aunque no estes a mi lado.
Carlos.
Nostalgia de tenerte a mi lado, sentada en un parco taburete. Con tu pelo largo y tu piel de aceituna, desapareciendo los fines de semana para ver a tu novio. Y yo a tu lado, siempre a tu lado, dia tras dia. En esos taburetes amarillos sobre los que me sentaba para contemplarte, para dejar pasar las horas eternas, sin prestar atención a tal o cual profesor. Matemáticas o literatura.
Hasta que llegó el día que todo se acabó, después de dos años, en que tu seguiste tu camino a una vida repleta de animales en otra provincia, mientras yo me quedaba aquí, sin tener muy claro lo que tenía que hacer o lo que tenía que sentir.
Algún tiempo después nos volvimos a ver, en una fiesta. Fui tan feliz, tu mejor amiga me preguntaba si estaba enamorado de ti y por primera vez me di cuenta que era cierto, que todo lo que me pasaba, toda esa ausencia, tu falta en el asiento de al lado en la facultad. Mi tendencia a sentarme siempre solo.
Pero no había nada que hacer, tu seguías con tu novio. Siempre odiado, nunca conocido.
Durante algún tiempo intercambiamos cartas, impresas a mano... seguía siendo tu confidente y el primer testigo cuando rompiste con tu pareja. Solo para saber que te ibas con otro, que habías conocido a alguien que había tenido el valor para hacer lo que yo nunca me atreví, decirte una sola vez, lo bonita que eras.
Todo se fue desvaneciendo poco a poco... nada de cartas, nada de llamadas, ni una palabra.
Aún ahora, de vez en cuando, siento nostalgia de aquel taburete.
Tu sueño era trabajar en un zoológico en San Diego, espero que estes allí, aunque no estes a mi lado.
Carlos.
3 comentarios
lunaaaaa -
Marta -
Y, sobre el post, ya sabes que hay veces que me gustan los segundos comentarios...
Nunca es tarde, si uno es sincero con lo que piensa o siente. Bien es cierto, que no todo puede cambiar, pero al menos, uno confia lo que tanto tiempo lleva guardado, a la persona, señora de sus pensamientos.
Más besos
Marta -
Llena de sentimientos incontrolados, y a la vez contradictorios. Mucho se la debió querer, para seguir deseandole la mayor de sus felicidades, aunque duela a uno mismo.
Besos.