Blogia
CruceDeCaminos

Segundo Cruce. Alicia

Segundo Cruce, Alicia

La chica del pelo Stil de grain, se quedó mirando, por un último momento antes de cruzar, los ojos del pintor. Johann no sabe nada de ella. Circula por su mismo barrio pero quizás solo este allí de paso. Belleza desconocida, que quizás algún día se vea representada en el lienzo de un cuadro o la roca moldeada por unas duras manos, endurecidas por el disolvente y la pintura.

Alicia. La llamaré Alicia.

Va absorta en sus pensamientos, se fija en el pavimento, en las pequeñas esquirlas de alquitrán que lo forman, veteado por las líneas blancas que conforman el paso. El borde de la acera es azul, pero esta desgastado. Piensa en los miles de tacones de señora que han pisado el azul, en los zapatos de hombre elegantes o rotos, en las zapatillas de deporte de los niños, las ruedas de bicicleta o los carritos de bebe, que han logrado hacer parecer ese tono de azul petróleo en una mezcla grisácea de matices.

Se llena la cabeza de apuntes absurdos. No para de pensar en cosas así; en porqué las papeleras son de esa forma o porqué los bancos de otra. Todo para no enfrentarse a la verdad. Para no tener que sufrir con el horrible hecho de que su padre se está muriendo de cáncer. A pesar de que lo intenta, la realidad acaba por asaltarle sus circuitos neuronales. Abre el bolso. Sabe lo que se avecina y aunque ya está empezando a brillar los tonos rojizos del crepúsculo, se pone las gafas de sol. Mecanismo de defensa. No quiere que nadie la vea llorar.

De nuevo intenta distraer su cabeza. Recuerda a ese chico que hace un momento caminaba de frente hacía ella. Tenía pinta de extranjero e iba con una ropa sucia, una especie de bata manchada de pintura. Por algún motivo le ha llamado la atención. Ha sido hace solo un momento, quizás siga cerca. Indisimuladamente mira hacía atrás, pero no lo ve.

...Quizás debería volver hacía atrás a buscarlo. Parecía guapo y se te ha quedado mirando. No seas tonta, seguro que miraba otra cosa. Además, mira lo sucio que iba. A lo mejor es pintor. Si, de brocha gorda. Pero mírate, niña estúpida, tu pensando en un desconocido mientras que tu padre está en un hospital...

Una lágrima recorre la mejilla de Alicia. Rueda en un tono, que si nuestro pintor hubiera podido ver, no hubiera sabido describir, las sales que contiene la hacen brillar y reflejar un prisma de los tonos marrones de la piel subyacente. Termina de surcar la cara de la chica y cae al vacío. Si ella caminara más aprisa hubiera muerto al chocar con su propia ropa, pero cae hasta llegar a tocar el suelo. Se desvanece al contacto con la caliente roca rosa que da forma a una baldosa. Inmediatamente después, la sandalia que calza Alicia le pasa por encima. Pero no es la primera, ni tampoco la última que se derramará en esos días.

Poco a poco, los ojos azules que solo unos minutos atrás había contemplado el pintor, se van llenando del bendito líquido que siempre acaba por desenmascarar nuestros sentimientos. Alicia no aguanta más, siente un guante de acero que le oprime dentro de su caja torácica. Es como si la intentaran aplastar el corazón pero con la lentitud de un sádico que quiere hacerla sufrir al máximo. Busca un asiento o un árbol, algo a lo que asirse. Se apoya en una farola. Con su mano abierta acaricia el metal que la sostiene, es una aleación extraña, puede que hojalata con algo de aluminio o acero. Está pulida y a través de las lágrimas, Alicia puede contemplar como está compuesta por manchas variadas, con un camuflaje urbano.

No pasa mucha gente por allí. Alicia intenta recuperar la compostura y a duras penas lo consigue. Con los ojos ya secos, observa que alguien la mira desde la acera que se sitúa al otro lado de la calle. Es el pintor. Fijamente la contempla, con una extraña mezcla de sorpresa por verse descubierto, de satisfacción porque ella le devuelve la mirada y de preocupación por el estado de la chica.

...Porqué me seguirá. No será un maniaco o algo así. Seguro que es un obseso. No digas tonterías, mira con que dulzura te mira...

La mirada de ambos se conecta. Se cruza un rayo invisible entre los dos, pero ninguno lo sabe a ciencia cierta. Alicia se quita las gafas de sol.

En ese instante pasa un adolescente en una bicicleta a toda velocidad. La magia peligra, la conexión parece perderse por la distracción... pero no, ambos se mantienen en su constante punto de vista.

La bicicleta del chico parece de carreras, de esas antiguas que teníamos cuando niños, sin marchas, ni platos o piñones. Vuela sobre esas pequeñas moléculas negras y asfálticas.

Continuará...

2 comentarios

Marta -

Am, por cierto, dices que la chica tiene los ojos azules, me puedes decir por favor, el color de pelo?
Es sólo para comprobar la estadística :p

Marta -

Uys, me faltaba este.

Por dios, por dios, que "peaso" encuentro, que romanticismo, que belleza de palabras y sentimientos.
Te he dicho que me encanta esta nueva serie?