Baldío Estoy
Hola a tod@s!!
Voy a colgar un par de cosillas que escribi hace bastante tiempo y que he conseguido recuperar (o más bien encontrar) de entre lo que perdí poco tiempo antes de comenzar con el blog, por un virus que me entro en el ordenador. Ahi va... espero que os guste.
El primero se llama "Baldío estoy"... y es una "poesía".
"Baldío estoy, triste y seco,
Sin una pequeña certeza a la que afanarme.
Viendo esas estrías perfectas en el cielo,
Sin ángulo me dejas, sin una escapatoria.
Y aunque miro y miro, sin salida.
Solo valgo para deslizar este lápiz,
Para intentar encontrarte en mis palabras.
Tu ausencia me golpea como un bambú mojado,
Húmedo de la sangre de mi espalda.
Dos troncos entrelazados éramos,
Sin posibilidad de separarnos, sin otro futuro.
Y de ese árbol no quedan ni hojas en el suelo,
Hoy ya no hay nada,
No queda nada.
Desnuda frente a la ventana,
Con tu cintura de diosa, de Cibeles hermosa.
Y sin lamentos, sin lágrimas,
Sin sentimiento, sin amor,
Yo que te di tanto,
Que me fundí contigo.
Y estabas tan bella que lo acepté,
Que no te llevé conmigo a la tumba.
Sin silencios que dieran respuesta,
Sin condiciones, sin leyes que desafiar.
Y vivo sin mi, vivo mi vida sin mí,
Soy un muerto en vida.
Camino solo, sin amor pero sin celos,
Porque no puedo sentir,
Ni siquiera creer en que vuelvas.
A silencio vivo,
Sin ruido que me despierte.
A la luz de una vela,
La única que me dejaste,
Quiero soñar que vuelves,
Quiero vivir que vivo,
Quiero que me dejes morir o vivir..."
Lo segundo es un fragmento, el comienzo, de algo que comencé a escribir y que perdí también...
"Ella mira, observa el lecho de hojas. Busca una brizna de verde en ellas, pero sabe que es difícil, que estamos al final del verano, que esas hojas no están allí por accidente. Sabe que se acaba el tiempo de ser feliz y que lo que se acerca no es mas que el triste otoño.
A su lado esta aquello que tanto anheló y que ahora se veía tímida a destrozar.
Las nubes se acercaban lentas pero inexorables y sabía que tarde o temprano el aire se cargaría de gotas, se llenaría del olor dulzón de tierra de labranza, de ese color gris o marrón, o marróngris, por que no cree que nadie sepa distinguir la diferencia. Esa antetormenta, que casi despide electricidad, la estaba esperando a la vuelta de la esquina y ella casi deseaba que fuera cuanto antes, que esas nubes llegaran a su destino y comenzaran su descarga. Había sido el mejor verano de su vida, el tiempo en el que por fin había conseguido engatusar a la verdad y convencer a este nuevo desconocido, que contemplaba el cielo a su lado, a hacerla suya.
Su mayor necesidad se había convertido ahora en su mayor carga y ni siquiera sabía como había llegado a ese punto, porque el viaje había sido tan vertiginoso que no había visto ni los árboles pasar a su lado. Le parecía como si hubiera sido depositada allí por esas nubes que contemplaba después de un rápido, carente de sentido y errático viaje desde ninguna parte. Un viaje de tres meses llenos de verdad, de amor juvenil o adulto, en esa frontera donde la adolescencia quiere ser alargada hasta el infinito, porque las incomodidades de la adultescencia acechan, son tan ciertas y tangibles como el giro de la tierra.
Apenas entrada la veintena no se puede ver la vida adulta más que como una maldita condena que nos recorta la felicidad y nos impone sueños rotos, algo más que una incontestable bajada al mundo real. Después de tres meses plenos, la naturaleza no puede creer que nos hará respetar el orden natural de las cosas por el simple hecho de que la evolución lo manda, no puede pretender regir el destino de cuando debemos enfrentarnos a nuestros compromisos vitales.
No sería posible que nos dejaran un poco mas de tiempo vivir esos años libres. Diez o quince años de niñez, cuarenta de adultez y otros veinte o treinta de vejez, mientras deseamos alcanzar o recuperar la vida que tuvimos aquel verano. La vida a la que escapamos, a la que tuvimos acceso la primera y última vez que tuvimos libertad. Cuando permanecimos liberados de juguetes, egoísmos, envidias, llorinas, deseos caprichosos y otros mecanismos infantiles y a la vez rehusábamos entrar en días de estrés, trabajo, impotencia, mezquindad, dinero, facturas, desidia...
Así pensaba Laura mientras veía pasar las nubes tumbada en ese campo de margaritas tristes, tan cercanas al albor del otoño que no se atreven a alzarse fuertes y pedantes contra el sol. Deseaba que todo se alargara un minuto, un segundo, una hora, un día, un año o un lustro, una vida... a pesar de que fuera un engaño, a pesar de que ella ya sabía que el momento perfecto ya había pasado, que ahora solo se cernía sobre ella la misma melancolía que acechaba al campo donde se encontraba y que dentro de esas mismas horas o minutos se vería bañado por la lluvia.
Y todo había empezado hacia solo tres meses, tres por treinta, noventa, quizás algún día más, cuando había dejado atrás la niña tonta y preocupada por querer ser mas que cualquiera, mas joven, mas guapa, mas adolescente que nadie sin saber que la adolescencia no era eso, no era tener mas tetas o poder besar a chicos, no era tener libertad para beberse un cubata, no era todo lo que esperaba en ese nuevo verano que la esperaba a ella, que la tenía reservaba una dulce venganza en forma de amor. Una venganza que la había llevado en ese viaje loco y privado, oculto a los ojos de los demás mientras, en el que ella cambiaba de niña a mujer sin ni siquiera darse cuenta hasta ahora.
Laura piensa todo esto por primera vez en su vida, porque durante el viaje estuvo demasiado ocupada en vientos fugaces y en despertar a la vida, que no ha podido cerciorarse de que daba el paso. Le resulta extraño todo esto, incluso intenta quitarse de la mente este maldito pensamiento, esta ocurrencia generada a partir de hojas secas, pero ya no se lo puede desprender. El sentimiento ha quedado pegado a ella como las margaritas que su compañero de viaje le había colocado en el pelo momentos atrás.
En un intento desesperado le busca para saber si con el solo contacto de sus cuerpos consigue desprenderse de este pensamiento ? sentimiento, que le surge de la cabeza y el corazón, pero ya es tarde, ha encontrado la verdad absoluta, la realidad extrema de quien se siente ultrajado por la vida. Ahora sabe lo que muchos ignoran durante toda su vida, lo que no se enseña en la escuela, lo que sus padres desconocen, lo que la calle y los amigos te evitan decir, lo que todos y cada uno de nosotros tememos reconocer, lo que los felices llaman complejo en un burdo intento por facilitarse el camino... lo que todos los que lo conocemos deseamos ignorar, ha sabiendas de que la verdad no nos hará libres, sino que nos arrastrará hacia el pozo del que intentamos escapar engañándonos a nosotros mismos, mientras que intentamos volver a ella, la puta adolescencia, con desesperación reiterante.
Mientras que le cogía la mano a su primer amor, su verdadero amor, pugnaba en si misma por decirle la verdad o buscar una salida para ella misma. Laura necesitaba saber que hacer en ese momento, en ese filo del abismo que se cernía sobre su vida. El abismo que descarnadamente ya la intentaba arrastrar hacia una vida irremediablemente peor e infinitamente más costosa para su salud mental. Y sin decidirse a tomar un sendero u otro, decidió besarlo por última vez, porque de un modo u otro Laura sabía que ese sería el último de una larga lista de caricias y juegos, de senderos extraviados de la rectitud asexual de la niñez. Laura había ido a ese campo con la intención de despedirse de él antes de marcharse, con la terrible inseguridad de quien se acerca a destruir el primer amor, y se había encontrado con algo peor que eso, se había encontrado con la verdad en un montón de hojas secas.
Así, de este modo Laura se despidió de su verano. Le besó y el se estremeció de tal modo que supo que la amaba tanto que haría por ella lo que fuera."
Espero que os guste y que os despierte las ganas de opinar unas lineas en el blog.
Un saludo,
Carlos.
Voy a colgar un par de cosillas que escribi hace bastante tiempo y que he conseguido recuperar (o más bien encontrar) de entre lo que perdí poco tiempo antes de comenzar con el blog, por un virus que me entro en el ordenador. Ahi va... espero que os guste.
El primero se llama "Baldío estoy"... y es una "poesía".
"Baldío estoy, triste y seco,
Sin una pequeña certeza a la que afanarme.
Viendo esas estrías perfectas en el cielo,
Sin ángulo me dejas, sin una escapatoria.
Y aunque miro y miro, sin salida.
Solo valgo para deslizar este lápiz,
Para intentar encontrarte en mis palabras.
Tu ausencia me golpea como un bambú mojado,
Húmedo de la sangre de mi espalda.
Dos troncos entrelazados éramos,
Sin posibilidad de separarnos, sin otro futuro.
Y de ese árbol no quedan ni hojas en el suelo,
Hoy ya no hay nada,
No queda nada.
Desnuda frente a la ventana,
Con tu cintura de diosa, de Cibeles hermosa.
Y sin lamentos, sin lágrimas,
Sin sentimiento, sin amor,
Yo que te di tanto,
Que me fundí contigo.
Y estabas tan bella que lo acepté,
Que no te llevé conmigo a la tumba.
Sin silencios que dieran respuesta,
Sin condiciones, sin leyes que desafiar.
Y vivo sin mi, vivo mi vida sin mí,
Soy un muerto en vida.
Camino solo, sin amor pero sin celos,
Porque no puedo sentir,
Ni siquiera creer en que vuelvas.
A silencio vivo,
Sin ruido que me despierte.
A la luz de una vela,
La única que me dejaste,
Quiero soñar que vuelves,
Quiero vivir que vivo,
Quiero que me dejes morir o vivir..."
Lo segundo es un fragmento, el comienzo, de algo que comencé a escribir y que perdí también...
"Ella mira, observa el lecho de hojas. Busca una brizna de verde en ellas, pero sabe que es difícil, que estamos al final del verano, que esas hojas no están allí por accidente. Sabe que se acaba el tiempo de ser feliz y que lo que se acerca no es mas que el triste otoño.
A su lado esta aquello que tanto anheló y que ahora se veía tímida a destrozar.
Las nubes se acercaban lentas pero inexorables y sabía que tarde o temprano el aire se cargaría de gotas, se llenaría del olor dulzón de tierra de labranza, de ese color gris o marrón, o marróngris, por que no cree que nadie sepa distinguir la diferencia. Esa antetormenta, que casi despide electricidad, la estaba esperando a la vuelta de la esquina y ella casi deseaba que fuera cuanto antes, que esas nubes llegaran a su destino y comenzaran su descarga. Había sido el mejor verano de su vida, el tiempo en el que por fin había conseguido engatusar a la verdad y convencer a este nuevo desconocido, que contemplaba el cielo a su lado, a hacerla suya.
Su mayor necesidad se había convertido ahora en su mayor carga y ni siquiera sabía como había llegado a ese punto, porque el viaje había sido tan vertiginoso que no había visto ni los árboles pasar a su lado. Le parecía como si hubiera sido depositada allí por esas nubes que contemplaba después de un rápido, carente de sentido y errático viaje desde ninguna parte. Un viaje de tres meses llenos de verdad, de amor juvenil o adulto, en esa frontera donde la adolescencia quiere ser alargada hasta el infinito, porque las incomodidades de la adultescencia acechan, son tan ciertas y tangibles como el giro de la tierra.
Apenas entrada la veintena no se puede ver la vida adulta más que como una maldita condena que nos recorta la felicidad y nos impone sueños rotos, algo más que una incontestable bajada al mundo real. Después de tres meses plenos, la naturaleza no puede creer que nos hará respetar el orden natural de las cosas por el simple hecho de que la evolución lo manda, no puede pretender regir el destino de cuando debemos enfrentarnos a nuestros compromisos vitales.
No sería posible que nos dejaran un poco mas de tiempo vivir esos años libres. Diez o quince años de niñez, cuarenta de adultez y otros veinte o treinta de vejez, mientras deseamos alcanzar o recuperar la vida que tuvimos aquel verano. La vida a la que escapamos, a la que tuvimos acceso la primera y última vez que tuvimos libertad. Cuando permanecimos liberados de juguetes, egoísmos, envidias, llorinas, deseos caprichosos y otros mecanismos infantiles y a la vez rehusábamos entrar en días de estrés, trabajo, impotencia, mezquindad, dinero, facturas, desidia...
Así pensaba Laura mientras veía pasar las nubes tumbada en ese campo de margaritas tristes, tan cercanas al albor del otoño que no se atreven a alzarse fuertes y pedantes contra el sol. Deseaba que todo se alargara un minuto, un segundo, una hora, un día, un año o un lustro, una vida... a pesar de que fuera un engaño, a pesar de que ella ya sabía que el momento perfecto ya había pasado, que ahora solo se cernía sobre ella la misma melancolía que acechaba al campo donde se encontraba y que dentro de esas mismas horas o minutos se vería bañado por la lluvia.
Y todo había empezado hacia solo tres meses, tres por treinta, noventa, quizás algún día más, cuando había dejado atrás la niña tonta y preocupada por querer ser mas que cualquiera, mas joven, mas guapa, mas adolescente que nadie sin saber que la adolescencia no era eso, no era tener mas tetas o poder besar a chicos, no era tener libertad para beberse un cubata, no era todo lo que esperaba en ese nuevo verano que la esperaba a ella, que la tenía reservaba una dulce venganza en forma de amor. Una venganza que la había llevado en ese viaje loco y privado, oculto a los ojos de los demás mientras, en el que ella cambiaba de niña a mujer sin ni siquiera darse cuenta hasta ahora.
Laura piensa todo esto por primera vez en su vida, porque durante el viaje estuvo demasiado ocupada en vientos fugaces y en despertar a la vida, que no ha podido cerciorarse de que daba el paso. Le resulta extraño todo esto, incluso intenta quitarse de la mente este maldito pensamiento, esta ocurrencia generada a partir de hojas secas, pero ya no se lo puede desprender. El sentimiento ha quedado pegado a ella como las margaritas que su compañero de viaje le había colocado en el pelo momentos atrás.
En un intento desesperado le busca para saber si con el solo contacto de sus cuerpos consigue desprenderse de este pensamiento ? sentimiento, que le surge de la cabeza y el corazón, pero ya es tarde, ha encontrado la verdad absoluta, la realidad extrema de quien se siente ultrajado por la vida. Ahora sabe lo que muchos ignoran durante toda su vida, lo que no se enseña en la escuela, lo que sus padres desconocen, lo que la calle y los amigos te evitan decir, lo que todos y cada uno de nosotros tememos reconocer, lo que los felices llaman complejo en un burdo intento por facilitarse el camino... lo que todos los que lo conocemos deseamos ignorar, ha sabiendas de que la verdad no nos hará libres, sino que nos arrastrará hacia el pozo del que intentamos escapar engañándonos a nosotros mismos, mientras que intentamos volver a ella, la puta adolescencia, con desesperación reiterante.
Mientras que le cogía la mano a su primer amor, su verdadero amor, pugnaba en si misma por decirle la verdad o buscar una salida para ella misma. Laura necesitaba saber que hacer en ese momento, en ese filo del abismo que se cernía sobre su vida. El abismo que descarnadamente ya la intentaba arrastrar hacia una vida irremediablemente peor e infinitamente más costosa para su salud mental. Y sin decidirse a tomar un sendero u otro, decidió besarlo por última vez, porque de un modo u otro Laura sabía que ese sería el último de una larga lista de caricias y juegos, de senderos extraviados de la rectitud asexual de la niñez. Laura había ido a ese campo con la intención de despedirse de él antes de marcharse, con la terrible inseguridad de quien se acerca a destruir el primer amor, y se había encontrado con algo peor que eso, se había encontrado con la verdad en un montón de hojas secas.
Así, de este modo Laura se despidió de su verano. Le besó y el se estremeció de tal modo que supo que la amaba tanto que haría por ella lo que fuera."
Espero que os guste y que os despierte las ganas de opinar unas lineas en el blog.
Un saludo,
Carlos.
2 comentarios
Rut -
Lo segundo me ha hecho recordar que Septiembre está cerca y eso da un poco de tristeza no? aunque bueno, siempre hay que pensar que cualquier estación es buena para ser feliz.
Besitos
Marta -
De poesía, casi nunca sé que decir... Tendrás que esperar a que mi pobrecita inspiración comentarista vuelva a mí. Porque, baldía no estoy, pero sí seca.
Un beso!