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CruceDeCaminos

El Principio de Irrealidad

El Principio de Irrealidad Roberto se despertó una mañana... el frio sudor le recorría el cuerpo. Había soñado con cosas horribles. Se descubrió así mismo como otra persona, se descubrió con apenas una camiseta rota y unos pantalones sucios.

No reconocía nada de donde había estado, miles de kilometros al sur de su casa. Ya no era un hombre de veinte años, sino un simple niño. Al principio no recordaba muy bien, pero poco a poco a medida que transcurría el día se le fue abriendo la mente. A la hora de la comida recordó que era un niño negro, en algún lugar perdido. Que su ropa ajada era mucho mejor que la de otros niños del poblado.

Por la tarde, mientras escribía en su ordenador y navegaba por internet, le asaltó un banner de Amnistia Internacional. Allí se vió, se reconoció en la cara de aquel niño soldado, con cortes de machete en la cara y con un Kalashnikov entre las manos. Era él. Era él mismo a través del espejo del ordenador.

A la hora de la cena, cogió el periódico que su padre había comprado esa mañana, allí estaba de nuevo ese espejo. La explosión se sucedió... el sudor frio le empezo a recorrer la espalda, se transportó a la selva y a la humedad.

"No podía soportar el calor, la humedad se confundía con su sudor de olor dulzón. Un viejo militar grande como un armario le daba ordenes. Estaban ya a pocos metros de aquel poblado enemigo. Entre las sombras de los árboles se agazapaban, poco a poco fueron entrando al pueblo por distintos puntos. Había unas monjas blancas allí, fueron las primeras en caer. No tenían armas ni nada con que defenderse. La guerra en la selva es tan injusta que ni siquiera hay piedras para arrojarse. A las dos horas, las chozas eran pasto de las llamas y ellos apuntaban a unos niños con sus rifles automáticos. Eran aquellos niños que no podía recordar, aquellos con los que comparaba su ropa. De dentro de una de las cabañas se oían gritos y chillidos. El jefe estaba dentro con una mujer del pueblo. Al poco tiempo se ahogo aquella voz y el jefe salió. Se encendió un cigarrillo de esos americanos que el fumaba. Aquella era la señal."

Su última visión fueron aquellos niños que yacían como rastrojos sanguinolentos.

Su madre le pregunto que le pasaba durante la cena, pero el permanecía callado, solo un poco más que de costumbre.

A la hora de acostarse sintio un poco de miedo, pero en seguida se dió cuenta de que todo aquello solo era un sueño y que podía seguir durmiendo placenteramente dentro de su edredón nordico sin que le pasara nada.Probablemente aquel sueño venía de aquella película de guerra americana que había visto hacía poco tiempo, y todos sabemos que en las pelis americanas siempre exageran. Así se autoconvenció Roberto. Encendió la radio y allí estaba su programa deportivo favorito. Aquella noche Roberto volvió a dormir placidamente, soño con aquella chica rubia de las noticias que tanto le excitaba.

Nunca más volvió prestar atención a aquellos banner ni a la publicidad del periódico.

2 comentarios

susana -

A quedado perfecto. Hasta mañana.

susana -

Acomadados en nuestra fortaleza occidental, preferimos ignorar la situación infrahumana en la viven los paises pobres. Y lo peor es que si investigas y te preocupas un poco, decubres, que esta situación está favorecida por los gobiernos occidentales. Les vendes armas para que en África se maten entre tribus, propician odios antiquísimos para conseguir petróleo, etc, etc. Cuando piensas que enfermedads como la polio podrían ser erradicadas si la industrias farmacéuticas abarataran los precios, en fin; un desastre de mundo. Como dice Amaral: "¿Que diría de este mundo un viajero del futuro?"