Historia de una bomba.
El vacío me rodea
quizás porque en algún momento
salté
y hasta ahora,
no me había dado cuenta.
"Tomate tu tiempo,
aún te queda rato en caída libre,
ya te avisaremos
cuando llegue el suelo."
Desde aquí arriba,
todo parece importar poco,
apenas hay nubes
y el sol calienta mi espalda.
Apenas recuerdo lo que había antes,
si me quisiste
o solo me escribías palabras de amor
por conveniencia.
Prefiero no tener recuerdos,
porque tampoco durarán.
A mitad de camino de la nada,
abajo solo se ven ruinas,
pero poco más puedo distinguir.
Nadie me dijo que hoy me encontraría aquí,
así que supongo que debe de ser
culpa mía.
Pienso en que no tengo razones,
para hacer lo que hago.
Quizás solo sea mi trabajo.
Pero se está tan a gusto con este sol
así que no lo pienso más,
disfruto del viaje hasta el final.
Y solo al final,
me doy cuenta que las ruinas no son ruinas,
es destrucción,
que a pocos metros
puedo oír sirenas y llantos,
que se levantan columnas de humo,
fuego y quebranto,
que mi destino es mi final
y que ya no lo puedo evitar.
Y justo un segundo antes,
el silencio,
porque tomo todo el aire a mi alrededor.
Adios.
Gaza ha sido invadida a sangre y fuego. Israel usa bombas de racimo y de fósforo blanco, indiscriminadamente, contra objetivos civiles y Hamás anuncia la captura de dos soldados. Estados Unidos se une a la infamia y el resto del mundo mira impávido ante tanto dolor.
Y a mi solo se me ocurre lo de arriba.
Carlos.
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