Mi Mesa
Acaricio la madera barata de mi mesa y me acuerdo de ti. De las horas gastadas, de los pasos perdidos... siguiendo tu camino. Y me recuerda a ti porque una vez estuviste sentada sobre ella, observandome escribir en este mismo sitio. Dejaste algo impregnado de ti en ella, la acaricio, no puedo dejar de hacerlo. Contemplo sus vetas oscuras y claras, su caótica conformidad. Repleta de objetos inútiles como un reloj o una cartera, en el mismo lugar desde en altura me mirabas. Deseo tirar todo, hacer algo con ella, quizás intentar construir una escultura de ti con esta madera.
Según la luz que da sobre ella a veces me veo reflejado, deformado como un monstruo, otras veces se refleja tu fantasma, tu mirada tus piernas elevadas quedando a la altura de mi cara. Y parece que por ella no ha pasado el tiempo, que ni un minuto ha transcurrido desde que la forzaras a soportar tu liviano peso. Casi puedo notar tus dedos acariciando mis dedos mientras te escribia un poema en una pequeña cuartilla de papel.
No estás aquí y sin embargo sustituyo mis dedos por mis dedos, los meto entre mi pelo y rememoro el momento que me proporcionaste.
Y vuelvo a acariciar la madera de mi mesa, y me doy cuenta de que es todo una fantasía, todo pura poesía, salida de mis dedos, porque nunca nadie ha estado sentado en esta mesa, ni siquiera yo. Nadie la ha forzado con su peso liviano y ni siquiera puedo encontrar el sentido de lo que hago, solo la piel suave y medianamente barnizada de esta madera barata.
Según la luz que da sobre ella a veces me veo reflejado, deformado como un monstruo, otras veces se refleja tu fantasma, tu mirada tus piernas elevadas quedando a la altura de mi cara. Y parece que por ella no ha pasado el tiempo, que ni un minuto ha transcurrido desde que la forzaras a soportar tu liviano peso. Casi puedo notar tus dedos acariciando mis dedos mientras te escribia un poema en una pequeña cuartilla de papel.
No estás aquí y sin embargo sustituyo mis dedos por mis dedos, los meto entre mi pelo y rememoro el momento que me proporcionaste.
Y vuelvo a acariciar la madera de mi mesa, y me doy cuenta de que es todo una fantasía, todo pura poesía, salida de mis dedos, porque nunca nadie ha estado sentado en esta mesa, ni siquiera yo. Nadie la ha forzado con su peso liviano y ni siquiera puedo encontrar el sentido de lo que hago, solo la piel suave y medianamente barnizada de esta madera barata.
6 comentarios
La Mariposa -
Ya se sabe: hay mesas que no se las quita uno de la cabeza, mesas que se queman, mesas que se regalan, mesas que se cambian de habitación... y muchas mesas nuevas por colocar en la habitación, tal vez junto a la cama, o la ventana...
Besos y me ha encantado el relato!!
El fugitivo -
!Vaya! Menudo cambio!!!
Bonitas palabras aúnque siento ser critico, me gustaba más tu pagina antes. Venga un saludo para ti.
Mirada Inocente -
1beso. Patri.
Maribel -
Precioso, si señor!
Saludos
EnelCamino -
siloam -
me gusta
saludito