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Cuarto Cruce. Emma

Cuarto Cruce. Emma Cuarto Cruce. Emma

Hasta que no se da el golpe, la vida permanece intacta, resumiéndose a si misma como una luz que penetra a través de la carne. El chico, que para entonces tendría unos once años, yacía en el asfáltico pedregal, carente de esa misma luminosidad. A simple vista no había vísceras ni restos, más allá de un pequeño charco de sangre que brotaba como un riachuelo desde su cráneo.

El dolor que les impactaba a los enamorados germinales, no era por contemplar un espectáculo dantesco, sino por ver los mismos ojos de la muerte en la mirada de ese zagal. ¿Cómo reaccionar a eso? ¿Cómo reaccionar ante la sin razón de una vida segada tan tempranamente?

“...el vacío, solo el vacío... olor agrio a caucho quemado... un trozo de dolor, un charco de sangre... y este extraño...”

“...que ha sucedido, quien corre cobardemente... sin dar cuenta de sus actos... sin dar cuenta de su poesía de la violencia... sin para a ver sus pinturas dibujadas con óleos de muerte...”

No tuvieron más remedio que actuar, porque en momentos así, hay que encontrar algo para deshacerse de la rocosidad del impacto emocional. Y no fue Johann, si no ella, la chica del dolor y de la belleza, con ojos Cerulean Blue que reflejaban una mancha carmesí que iba cubriendo poco a poco la oscuridad del suelo. Llamó desde su teléfono móvil para pedir un médico o una ambulancia, aunque supiera que a esas alturas ya sería fútil.

Pocas palabras se dirigieron entre ellos. No había histerismo ni escandalosas muestras de dolor. En momento tan trágico, una serenidad casi animal los ocupó a ambos. Johann salió corriendo al poco tiempo, intentando sin éxito perseguir a aquel coche diabólicamente rojo, diabólicamente asesino. Cuando volvió, ella ya tenía manchada su camiseta por la sangre del niño, con tristes lágrimas que se diluían al contacto con el aire.

Todo había sucedido casi instantáneamente, sin instantes para dedicar a la reflexión. Para ellos habían pasado casi siete horas, en una secuencia ultra lenta que fuera sobreproyectada a en la sabana blanca de un cine. Esa película acabó cuando empezaron a oír sirenas y las luces rojas se confundían con las tonalidades similares con que el sol bañaba edificios y aceras. Porque el silencio que hasta entonces los habitaba se rompió.

La vida del niño parecía que se hubiera roto como si algún ángel divino pero incapaz hubiera tirado más de la cuenta de una cuerda delgada de marioneta. Alicia podía notar el tacto inerte del chico al que la gente había conocido como Joan. Una piel que aunque todavía caliente, parecía de cartón o de esas caretas malas de feria.

Tres sanitarios se bajaron de una moderna ambulancia, con sus luces haciendo vibrar las hojas verdes de los árboles cercanos. Rápidamente de manera casi automática se dispusieron a llevar a cabo sus procedimientos del manual para salvar vidas. Le arrancaron al niño de los brazos, entre disparadas preguntas sobre si ella era su madre u otros aspectos del accidente.

Alicia estaba confusa. Pero empezó contestando que no era la madre.

- No, no soy la madre.- Contestó. –Ha sido todo tan confuso, no se muy bien que ha pasado, solo sé que lo han atropellado.

- Ha sido un coche rojo, iba a toda velocidad. Dijo Johann, que ya había vuelto de su infructuosa búsqueda. – Yo conozco a la madre, es vecina mía, quizás pueda encontrarla.

- Eso estaría muy bien. Respondió uno de los paramédicos.- Si no, la mujer no se enterará hasta que llegue la policía y la localicen.

A Johann no le faltó que el hombre que se afanaba en comprobar al chico dijera nada más, apenas las últimas palabras salieron de su boca, echó a correr.

Alicia se volvió y por primera vez fue verdaderamente consciente de que no conocía de nada a ese hombre que la acababa de besar. Y con una mezcla de incertidumbre sobre lo que ese hombre haría y sobre lo que haría ella, lo vio doblar la esquina corriendo, con su bata de pintor desprendiendo olor a aceite y aguarrás.

...

Intentaba que sus pies fueran alas y su cuerpo no pesara más que lo que pesa una paloma. Quería alcanzar el edificio donde vivía lo antes posible, pero a la vez, su mente conspiraba para intentar apartarlo de allí, sin éxito. Es difícil enfrentarse a la dureza de las vueltas que da la vida. Al chico solo lo había visto un par de veces, de una manera más personal, aunque lo había contemplado corretear desde la ventana y jugar con la bici o el balón. El dolor iba creciéndole en el pecho como una especie nueva de enredadera que con su crecimiento le aprisionara los pulmones confundiendo la sensación de fatiga. Pequeñas lágrimas iban surgiendo de sus ojos trasladándose hacia atrás como las gotas de lluvia en las ventanillas de un coche. Johann pensaba como iba decírselo a Emma cuando llegará. Emma vivía en el apartamento que había debajo del suyo y era madre soltera. Era una mujer de treinta y tantos, que había sufrido mucho y ahora, lo único que tenía, lo había perdido.

“...como voy a decírselo... como voy a contarle que Joan a muerto... y sobretodo después de cómo fue nuestra última charla... de lo cerdo que fui con ella...”

Aquel chico que yacía muerto ya, entre manos de enfermeros,... había sido la causa vil por la que él la había abandonado unos meses atrás. Eso y su miedo al compromiso. Ahora el peso de la culpa le impedía caminar con más rapidez, con la que deseaba. Para cuando llegó al portal del edificio, le temblaban las piernas y su cerebro le obligaba a corresponder la responsabilidad con la que se había comprometido, mientras que su corazón trataba de impedir que hiciera más daño a Emma, del que ya le había hecho.

Continuará...

2 comentarios

Carlos -

Ya se lo de las h y las tildes, lo que pasa es que me despisto y no lo repaso antes de subirlo al blog... pero prometo enmendarme.

Me gusta que te guste. :)

Marta -

Guau, lo primero felicitarte, has conseguido que esté enganchada a esta historia, tanto o más que la primera que escribiste.

Darte también la enhorabuena, porque dejando olvidada la bolsa con las tres pinturas, aseguras que ambos personajes se vuelvan a encontrar, y...

Curiosa que es la vida, no?
Nunca se sabe a quien vas a tener que volver a ver, ni en que circunstancias... Lo mejor es ir siempre siendo sincero, y no dejarse ninguna puerta cerrada detrás tuya.

P.S: por cierto, las descripciones y metáforas (y símiles que haces son espectaculares.)
Un sólo apunte "negativo", se te escapan "h" y tildes.

Y ya por último, el nuevo diseño, me encanta :)