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CruceDeCaminos

Hora DOS, en el día dos - Alberto

Hora DOS, en el día dos - Alberto Alberto.

Alberto permanecía absorto en la ventana. En frente, al otro lado del jardín y la piscina estaba la habitación de ella. Hacía un rato que había levantado la persiana para dejar entrar el sol.

La madre de Alberto lo llamó a través de la escalera. Baja a ayudarme con estas cajas. En casa de Alberto estaban de mudanza, porque tenían que vender la casa. Los últimos doce años había vivido allí, era su hogar, aquella su habitación, su refugio. Pero ya era inevitable la marcha, la casa estaba vendida. Tenían que terminar de recoger todo porque al día siguiente vendría el camión de la mudanza para llevarlo todo a su nueva casa, más cercana al centro de la ciudad.

Albero era alto y un poco desgarbado, de esa clase de muchachos que a su edad su cuerpo va por delante solo en la altura. Sus músculos sin desarrollar le hacen parecer un niño estirado en noches de fiebre. La vio pasar de nuevo con el camisón y recordó lo que parecía mucho tiempo olvidado.

El agua y las zambullidas. Éramos unos niños cuando jugábamos en la piscina y en el colegio, cuando íbamos a todas partes juntos. Elena, mira esa nube, parece un caracol... que fresquito esta el césped ¿verdad?... te hecho una carrera hasta el árbol... corre, corre...
Siempre se dejaba ganar, porque ya entonces sin que él lo supiera, le gustaba hacerla feliz.
Pero su contacto se había ido desvaneciendo poco a poco. Elena solo había vuelto desde hacía dos meses. El último año y medio lo había pasado en alguna clínica, sin que el pudiera visitarla o escribirla. Sus padres no querían que se supiera que la sucedía y él no había preguntado.

Mientras que ella había permanecido en algún otro lugar, Alberto había comenzado a salir con sus amigos. Incluso había estado saliendo con una chica por unos días, pero ni siquiera habían llegado a besarse. Antes de hacerlo, Alberto sufrió un ataque de vergüenza y se marchó corriendo.

Ahora, se pasaba las horas muertas mirando por aquella ventanita, observándola para poder realizar el retrato perfecto. Con lápiz, con carbón o con acuarelas, lo intentaba sin cesar en todas las posturas. Algunas ligeramente obscenas que en seguida rompía por miedo a que su madre le pillara. Solo conservaba una. El primer dibujo que le hizo, mucho tiempo atrás algunos días antes de que se la llevaran a la clínica. En una carpeta marrón, lo conservaba desde entonces. La retrató tumbada en el césped mientras que miraba las nubes con la cara iluminada por los reflejos del agua de la piscina.

De vez en cuando tenía la tentación de mandárselo por carta o dejarlo a la puerta de su casa, pero creía que ella pensaría que era una tontería.

Piensas bajar de una vez a ayudarme, son casi las dos y tengo que hacer la comida...
...ya voy, mama.

5 comentarios

Anónimo -

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susana -

Venga, escribe algo ya. Seguro que estás en la playita, ¡que envidia!

Marta -

Buenos días!

Que historia más bonita! Me parece muy tierno que Alberto, el personaje, la retrate a escondidas. Ains, que romántico!

Besos!

Rut -

Me gusta esta historia. Continúala please. Por cierto, gracias a ti también, por linkarme.
Bes

susana -

Alberto? Me gusta el nombre.Yo prefiero llamarlo enamorado y no voyeur. Hasta mañana.